Se ha ido Reneses. Para sus pacientes siempre fue Reneses, para sus amigos Juan, para la mayoría, el Doctor García Reneses.
Conozco a Juan desde el año 1981, cuando, con 21 primaveras, decidí, así sin pensar, cruzar una calle a lo loco enfrente de la facultad de medicina, para ir a ver a una novia que tenía por aquel entonces. Ese día me cambió la vida para siempre.
Cuando desperté del coma y me llevaron a planta, la famosa quinta planta de rehabilitación de la Paz, o quizás la tercera , ya no lo recuerdo bien, me vi en aquella habitación con seis camas que parecía un zoo. De forma inmediata apareció por allí un médico delgado, nervioso y que hablaba muy deprisa, como si los pensamientos le surgieran más rápidos que las palabras y estas brotaran atropelladas y se interrumpieran de pronto en su garganta.
Debo reconocer que me costó un tiempecito entender lo que me decía el Dr. Reneses. Pronto me enteré de que tenía vínculos con mi tierra natal, Reinosa, y que conocía a mi familia.
A los pocos días, cuando yo aún tenía mis esperanzas intactas de salir de allí como un joven bípedo atlético, Reneses se encargó de decirnos que lo de la silla era para siempre. Con total crudeza y sin anestesia, te bajaba a la tierra de inmediato. No puedo reproducir aquí lo que sentí y pensé en esos momentos, sobre mi nueva situación y del mensajero que me traía semejantes nuevas.
A partir de ese momento todo fue pensar en cómo salir de allí lo mejor posible y eso pasaba por hacer un esfuerzo enorme, basado en la rehabilitación. Por mi parte no iba a quedar y pronto entendí que por la de mi médico tampoco.
A medida que mejoraba me conseguía sesiones dobles de rehabilitación de mañana y tarde y todo ello enmarcado en una filosofía clara, que más tarde entendí, era uno de los principios básicos de Reneses, consistente en ponerme con mi silla en frente de la vida real lo antes posible. En resumen, que la bofetada que te tiene que dar la vida, la ciudad y la sociedad cuando sales del hospital, cuanto antes te enfrentes a ella, mejor.
Con ayuda de mi familia y de mi rehabilitador me puse a funcionar bastante pronto, mientras continuaba con una rehabilitación extra que se me regalaba. Cuando ya llevaba un tiempo fuera, Reneses me empujó, literalmente -era persistente, el tío-, a ayudar a otros lesionados, menos formados y afortunados que yo, decía é. Y, así, asumí la presidencia de Aspaym Madrid.
Ahí pasó un tiempo en el que tuvimos menos contacto, pero no me duró mucho la tranquilidad.
Tuve la inmensa fortuna, ahora lo sé, de que pensara en mí para formar parte de la primera junta de lo que fue su proyecto más ambiciosa e ilusionante, AESLEME.
Si no podíamos tener una Unidad de Lesionados Medulares como Dios manda en Madrid, al menos batallaríamos, para que hubiera menos personas que tengan que pasar por este trago de sufrir una lesión medular. Cuando nadie en España pensaba en prevención, él lo hacía y lo hizo.
De eso hace ya 30 años y ahí está el camino y los logros conseguidos y lo gratificante que ha sido colaborar con un magnífico grupo de personas, con un precioso objetivo común.
Sin duda, Juan es una de las personas que más ha influido en la clase de persona que soy yo. Ha sido un auténtico privilegio conocerle y compartir su entusiasmo. Hasta el último momento y en mis días más oscuros, como cuando tuve mi segundo accidente, Juan siempre acudió el
primero a ayudarme, como al resto de sus “amigopacientes”, jubilado o en activo, eso para no importaba.
Estoy seguro, porque así lo creo, que Juan vivirá la vida eterna, esa eternidad consistente en estar en el corazón y en el recuerdo de los que le conocimos.
Él ha pasado por esta vida dejando un legado que ,sin duda , ha salvado miles de vidas y ha evitado el sufrimiento de muchas familias.
Ojalá cuando nos vayamos, alguien pueda decir algo parecido de nosotros.
Descansa en paz, Juan, Reneses, Doctor García Reneses, que te lo has ganado a pulso.